Siempre he sentido un gran interés por la historia y la antropología, y a menudo, esto me conduce a desarrollar lo que en arqueología se denomina un “caminar prospectivo”, tanto por los lugares que frecuento habitualmente como por aquellos por los que tengo oportunidad de viajar.
Durante miles de años, el ser humano ha trabajado sobre la superficie terrestre para adaptarla a sus necesidades e inquietudes culturales. Mediante esta acción ordenadora sobre la naturaleza primigenia, ha ido construyendo un universo artificial, reflejo de sí mismo, y como no puede ser de otro modo, autorreferencial. Ha creado nuevos paisajes de carácter antrópico, y ha dotado al espacio habitado de una continua sucesión y afluencia de ordenes culturales y capacidades simbólicas diversas, fuente inagotable de observaciones y conocimiento, capaces de aportarnos gran parte del sentido de nuestro ser y proceder en el mundo.
Caminar sin rumbo ni destino aparente, se revela como un medio idóneo para explorarlos y descubrirlos en toda su magnitud. Caminar es medio de conocimiento directo, una forma interrogativa de estar en el mundo y de salir de uno mismo, que nos proporciona una experiencia profunda del mundo en el que vivimos a través de sus paisajes, paisajes antrópicos, llenos de sorpresas impredecibles y asombrosos descubrimientos, como son los objetos encontrados que surgen a lo largo del camino.
Los objetos encontrados, son objetos cuyo valor ya no reside en su aspecto material o funcional, sino que este se desplaza a las informaciones que son capaces de contener y de reflejar. Unas informaciones que derivan tanto del hecho de que han sido producidos por y a la medida del ser humano, como por el hecho de que acumulan huellas, marcas y desgaste, derivadas del uso que se les dio y de un tiempo “vivido”. En este sentido, los objetos encontrados son objetos con memoria, de ellos derivan unas capacidades simbólicas, metafóricas y discursivas cuyas funciones habituales desaparecen bajo un nuevo punto de vista, un nuevo contexto significativo, en donde lo realmente valioso no son tanto los objetos mismos, como las informaciones que son capaces de contener y reflejar más allá de sus significados o funciones mundanas.